Habían pasado cuatro años desde que un humilde campesino cambió el común significado de la escopeta, en
vez de matar a un hombre mató a un
conejo, vio que era bueno, y desde ahí
la escopeta se utilizó para la caza de
aves, conejos, liebres, etc.
Esta arma de fuego se volvió tan importante para los
habitantes de nuestro pueblo, que decidieron
rendirle homenaje organizando una fiesta en la cual todos por orden del gobierno deben presentar un
regalo que denote nuestro agradecimiento
a la escopeta, y si no lo hacía la misma escopeta terminaba con sus vidas.
Y yo como soy escritora, me adjudicaron la tarea de
escribirle a ella.
Me era difícil, nunca he podido escribir sobre lo que no
siento, y no creo poder nunca, nunca admire la escopeta, ni la venere, solo era
una simple cosa que les permitía no morirse
por hambre, pero no suprime a las otras causas de muerte, y aunque ridículo y egoísta mi
razonamiento seguía sin interesarme esta fiesta.
Fui a la oficina del alcalde y le dije.
-Sabe que yo no soy una esclava como ustedes, yo soy libre.
Apenas termine de decir esto, el alcalde emitió una
rencorosa e irónica sonrisa. Luego llamó a los guardias y arremetieron contra mí,
agarraron mis brazos, yo vociferaba y hasta creo lo mordí.
Me llevaron a un calabozo oscuro, con paja y ratas, en donde ni la luz de la
luna entraba. Pensé que sin contar la compañía roedora estaba sola pero a unos cuantos pasos de mi estaba un
hombre andrajoso y vestido con harapos sostenía un papel y una pluma, parecía
haber estado mucho tiempo allí.
-¿También te obligan a escribir? Le pregunté.
-Antes solo escribía cuando me sentía desdichado, ahora todo el tiempo soy desdichado porque estoy
aquí y porque me obligan a escribir sobre algo que no quiero.
Lo mismo me sucede- le dije- Esa escopeta sin disparar ya descarga sus proyectiles sobre
nuestras alas, sobre nuestra libertad.
El chico al igual que yo no tenía nada escrito a excepción
de unas cuentas maldiciones e injurias
hacia las personas y la escopeta.
-¿Qué haremos?- le dije- o escribimos o nos morimos
-Moriré con la pluma en alto - dijo- espero a la
escopeta.
-Yo también - le dije.
Y así lo hicimos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario