domingo, 5 de abril de 2015

La Fiesta de la Escopeta.

Habían pasado cuatro años desde que un humilde campesino cambió el común significado  de la escopeta, en vez de  matar a un hombre mató a un conejo,  vio que era bueno, y desde ahí la escopeta se utilizó  para la caza de aves, conejos, liebres, etc.
Esta arma de fuego se volvió tan importante para los habitantes de nuestro pueblo, que decidieron  rendirle homenaje organizando una fiesta en la cual todos por orden del gobierno deben presentar un regalo que denote nuestro  agradecimiento a la escopeta, y si no lo hacía la misma escopeta terminaba con sus vidas.
Y yo como soy escritora, me adjudicaron la tarea de escribirle a ella.
 Me era difícil,  nunca he podido escribir sobre lo que no siento, y no creo poder nunca, nunca admire la escopeta, ni la venere, solo era  una simple cosa que les permitía no morirse por hambre, pero no suprime a las otras causas de  muerte, y aunque ridículo y egoísta mi razonamiento seguía sin interesarme esta fiesta.
Fui a la oficina del alcalde y le dije.
-Sabe que yo no soy una esclava  como ustedes, yo soy libre.
Apenas termine de decir esto, el alcalde emitió una rencorosa e irónica sonrisa. Luego llamó a los guardias y arremetieron contra mí, agarraron mis brazos, yo vociferaba y hasta creo lo mordí.
Me llevaron a un calabozo oscuro,  con paja y ratas, en donde ni la luz de la luna entraba. Pensé que sin contar  la compañía roedora estaba sola pero a unos cuantos pasos de mi estaba un hombre andrajoso y vestido con harapos sostenía un papel y una pluma, parecía haber estado mucho tiempo allí.
-¿También te obligan a escribir? Le pregunté.
-Antes solo escribía cuando me sentía desdichado,  ahora todo el tiempo soy desdichado porque estoy aquí y porque me obligan a escribir sobre algo que no quiero.
Lo mismo me sucede- le dije- Esa escopeta  sin disparar ya descarga sus proyectiles sobre nuestras alas, sobre nuestra libertad.
El chico al igual que yo no tenía nada escrito a excepción de unas cuentas maldiciones e  injurias hacia las personas y la escopeta.
-¿Qué haremos?- le dije- o escribimos o nos morimos
-Moriré con la pluma en alto - dijo- espero a la escopeta.
-Yo también - le dije.

Y así lo hicimos.

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