-Es extraño- dije- aunque haya luz, ésta no acaba con la sombra.
-¿Eh?.Otra vez con tus razonamientos raros.- dijo Aimé
-Pero pensalo che,-dije- la sombra esa cosa que es producto de la
luz y paradójicamente es oscura, es un terrible espejo negro, se parece al
fuego, al agua y al aire, porque existen por si solos y siempre han existido.
- -Al igual que Dios- dijo entusiasmada Aimé, como si hubiese descubierto una verdad sobre el mundo.
- -Con la diferencia -dije- que a Dios no lo vemos, a
la sombra, inexorablemente, sí.
- Todo esto empezó cuando era pequeño, le temía a la
oscuridad, siempre dormía con la luz encendida, miraba a la pared, y estaba
ella, asechandome otra vez, imitándome a mi y al oscuridad que tanto temía, y también
me tuve miedo porque yo la provocaba, la permitía yo era esa sombra, esa
oscuridad.
- -Ahora eres grande y viejo y sigues con tu miedo.-dijo Aimé.
- -Nunca le dejare de temer es como una pequeña dosis de oscuridad puesta en
mi, que no se acaba ni aunque prenda la luz.
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