jueves, 12 de marzo de 2015

Kevin Carter.

Leyendo un cuento sobre puñales y hombres  recordé del suicidio del fotógrafo Jhon Carter, aquí haré un alarde literario. Aumentare y disminuiré la realidad del hecho.
Carter viajo en 1933 al sur de Sudán acompañado de su grupo de congéneres fotógrafos “ El bang ban”. Carter y uno de ellos Joao Silva fueron a un Feed Center de la ONU donde personas afectadas por los estragos de la guerra descansaban. Como todo solitario Carter se separó de su amigo para tomar fotos, porque era un fotógrafo de catástrofes humanas, la anestesia a sus problemas era fotografiar  otros problemas, los cuales al llegar a casa lo hacían llorar. Detrás del lente de la cámara, cuya función como máscara es esconder el miedo.
 A una legua de distancia de una niña huesuda y con el brazalete de la organización, acuclillada con la cabeza baja se posó un buitre, nadie sabe si hambriento. Carter, procedió con desdén a capturar el en ese tiempo tranquilo paisaje.
Años después el fotógrafo recibió el premio Pulitzer por la foto símbolo de la pobreza, el capitalismo y los miradores indiferentes, por la que aparte ganó fama y casi fue la causa de su muerte.
Una estampida de conciencias heridas acarreo a Carter, ellas decían:
<<el buitre es él, tomo la foto y no hizo nada para evitar que se la comiera el otro>>
Después de recibir el premio, Carter escribió la nota, luego camino hacia el lago donde, dice, había sido feliz en la infancia. Se sumergió y no sé a los cuentos minutos murió.
Sin importar la foto,  él tenía problemas personales, no le gustaba que los demás conocieran sus miedos y debilidades, Si lloraba ante los demás era porque los demás lo veían llorar y ya no podía contener más las lágrimas. A más de esto  no tenía dinero, su trabajo como fotógrafo solo le alcanzaba como para no vagabundear por las calles, vivía de la pobreza de sus flashes.
Él ya había prefijado su muerte antes viajar. Incluso, solo viajo para poder morirse según él, dignamente y sin controversia.

La foto fue el subterfugio para su suicidio. Para no deshonrar su reputación, para que no supieran que era débil y que no podía con la vida. Y creyeran que fue culpa de ellos, por tantos vituperios.

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